viernes, 19 de octubre de 2012

No pienso, luego juego

El fútbol empieza por los pies: se necesita una técnica, al menos aceptable, para aspirar a jugar en el primer nivel. Y continúa en la cabeza, porque como todo juego tiene unos códigos particulares, unas leyes propias que es preciso conocer y dominar para jugarlo correctamente.
Códigos y leyes que llamaremos conceptos para entendernos mejor. Hay conceptos de carácter individual y los hay también colectivos. Y están antes que los sistemas y las tácticas. Son independientes de todas las filosofías futbolísticas, ya que sirven para cualquiera de ellas. Por ejemplo, en el orden individual es sabido que si estoy de espaldas a la portería contraria debo jugar a un toque. 
Colectivamente también sabemos que debemos distraer por afuera para definir por el medio, mientras dejen las porterías en el sitio donde están. Son conceptos elementales, efectivamente, que podemos llamar de toda la vida, y que normalmente se incorporan espontáneamente en las primeras pachangas que uno juega en el barrio. 
A tal punto que no es exagerado decir que actualmente son muy pocos los jugadores que saber jugar al fútbol. Y hablo del máximo nivel mundial. Entre estos pocos permítanme destacar a Guardiola, que a pesar de su juventud da la impresión de saberlo todo.
Pero en general, juegan con lo que la naturaleza tuvo la gentileza de darles: algunos son hábiles, otros veloces, o le pegan bien a la pelota o dominan el juego aéreo. Sin embargo, una cosa muy diferente es saber jugar al fútbol.
Un ex jugador uruguayo afincado en Italia me decía hace unos años, hablando de este asunto, que la mayoría de los jugadores actuales "se pasan la pelota unos a otros, pero no sabes por qué". Y tenía razón.
Prueben ustedes a hablar de fútbol con un jugador de fútbol. No hay cosa más difícil. ¿Qué es lo que ha pasado? En mi opinión, el tacticismo les ha arrebatado el cerebro a los jugadores. Vino a decirles algo así como "no piensen, sólo obedezcan".
Aquellos entrenadores que dan mayor importancia a la pizarra que a Platini o Maradona prefieren ejecutantes disciplinados de sus tácticas más que talentos que no pueden controlar.
A los futbolistas, el tacticismo les ha arrebatado el protagonismo que les corresponde, y entonces no manejan conceptos (de toda la vida), computan órdenes precisas. "Usted haga tal cosa en tal circunstancia, y tal otra si la cosa varía". Son prolijos funcionarios de sistemas que en casi todos los casos les resultan totalmente indiferentes.
Lo cierto es que se acomodaron a la facilidad en no pensar. "Me lo dijo el entrenador y yo cumplo". Es que, junto con el protagonismo les quitaron algo peor: la alegría de jugar. Por esa razón, los partidos suelen ser monótonos, previsibles, faltos de imaginación. Decía Borges que el escritor que escribe lo que se propone no ha escrito nada. La obra debe trascender la propuesta, para ser buena. Para los entrenadores tacticistas (los hay defensivos y ofensivos), en cambio, el partido perfecto es el que ellos pensaron el sábado por la noche.
"Los buenos maestros", dice Paulo Freire, "son los que no enseñan nada a nadie. Los que sólo orientan, ayudan a descubrir y pensar". Si queremos recuperar el placer del juego habrá que devolverle al jugador el poder de decisión, el protagonismo y la pasión que le robaron y le pertenece. 
Habrá que volver a los conceptos de toda la vida. 
Ángel Cappa


... ¿y tú?... ¿"No piensas, luego juegas" o " juegas, luego piensas"?